La privacidad pos-Covid

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Actualmente se requieren tecnologías que disminuirían nuestra privacidad.

De acuerdo con la Paradoja de la Privacidad Digital, las personas decimos que nos preocupamos por proteger nuestra información en línea, pero en la práctica estamos dispuestos a revelarla. En contextos de vida o muerte, aumenta la disposición de las personas a revelar más información si es que tuviera un beneficio colectivo… y de ello se aprovecharán los gobiernos.

 

Los ejemplos son varios: China ha aprovechado su sistema de reconocimiento facial e instaló gran cantidad de cámaras térmicas vigilando lugares públicos, Hong Kong le pidió a los viajeros que usaran un brazalete y Corea del Sur incorporó los pagos con tarjeta a su sistema de rastreo de contactos.

 

La situación recuerda a lo sucedido en 2001, cuando luego de los ataques terroristas, EE.UU. aprobó la Ley Patriótica, lo que facultó al gobierno para catear propiedades sin consentimiento o conocimiento del propietario u ocupante, permitió al FBI a buscar emails y registros telefónicos sin orden judicial y amplió los poderes de la espionaje de la NSA. Esas facultades aparentemente temporales, se quedaron permanentemente y se siguen explotando: el Senado aprobó que el FBI pueda revisar el historial de navegación de las personas sin orden judicial.

 

Es oportuno destacar que la tendencia tecnológica que invade la privacidad ya tiene tiempo sucediendo —el sistema de crédito social chino, el uso de Amazon Rekognition por parte de policías para identificar personas en espacios públicos y la popularidad de dispositivos como Google Home y Amazon Echo que, en ocasiones, pueden llegar a escuchar conversaciones de las personas—, pero la coyuntura acelerará diversos procesos.

 

En el texto anterior se advirtió que estrategias como el rastreo de contactos requiere saber más de nosotros y nuestros movimientos, y en caso de que esté basado en tecnología, recolectaría gran cantidad de datos personales sobre localización y salud, los cuales además de ser muy preciados, podrían ser incluso de carácter sensible de acuerdo con la ley.

 

Asimismo, la forma de rastrear a las personas puede ser clave. El Bluetooth no rastrea la localización de las personas, sino la proximidad entre dispositivos, pero el GPS sí puede revelarla. Algunas de las apps también contemplan decirle a un usuario si hay contagiados reportados a cierta distancia a la redonda, por ejemplo. Dado que la localización por GPS puede ser simulada, un hacker podría conocer si una persona específica está contagiada al cruzar información y realizar una triangulación de pocas iteraciones, o con mayor simplicidad si está en un lugar de baja densidad poblacional.

 

Otra información que a los gobiernos les interesaría conocer “como parte de esta coyuntura” puede ir desde cámaras que identifiquen si una persona está usando cubrebocas o no, hasta las personas con las que alguien interactúa, mediciones de salud tomadas por wearables, el reconocimiento facial con cubrebocas o protectores de rostro, los pagos que realizó una persona con su tarjeta, entre otras. 

 

En los últimos años, ha habido más activismo en torno a la privacidad y al tratamiento de datos personales. Las tecnologías que se desarrollen en estos tiempos “en pro de un bien mayor” serán la verdadera prueba del ácido para ver los avances que hemos alcanzado.

 

Con información de Forbes.


 

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