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Ser mayor de 60 años y con enfermedad renal crónica: la combinación más letal con la COVID-19

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Hipertensión, diabetes y obesidad son las comorbilidades más comunes que provocan un aumento de la mortalidad.

La hipertensión, la obesidad y la diabetes son algunas de las comorbilidades que explican por qué México superó los 200 mil muertos por COVID-19 y tiene una de las tasas más elevadas de fallecidos por cada 100 mil habitantes de América Latina (mil 203, solo superado por Perú y Panamá).

 

Sin embargo, existen condicionantes que han pasado más desapercibidas, como el daño renal crónico. Según un análisis de los datos abiertos de la Dirección General de Epidemiología, los problemas en el riñón son uno de los condicionantes más letales en caso de enfermar de coronavirus.

 

La combinación entre edad mayor de 60, inmunosupresión y problemas crónicos renales es la más mortífera en caso de contraer COVID-19: el 61% de las personas que combinó estas afecciones terminó falleciendo. 

 

Un análisis realizado con ayuda del equipo de datos del Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP) muestra que los problemas renales crónicos estaban presentes en 19 de las 20 casuísticas más letales vinculadas al coronavirus. Para realizar el análisis se tomó en cuenta todos los casos reportados como contagio hasta el 1 de febrero que fuesen confirmados como Sars-Cov2 y con los factores también confirmados.

 

Entre los factores analizados aparecen la obesidad, la hipertensión, la diabetes, la obesidad, la inmunosupresión, la enfermedad cardíaca o la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). 

 

En rasgos generales, el análisis señala que el 41% de los pacientes de COVID-19 que sufrían además problemas renales crónicos fallecieron. El fatal desenlace ocurrió también con el 36% de los pacientes con EPOC, el 29.5% de quienes padecían problemas cardíacos, el 25.7% de afectados por diabetes y el 24% con inmunosupresión o hipertensión. 

 

El 70% de muertos con alguna condición previa

El director general del Centro Nacional de Programas Preventivos y Control de Enfermedades, Ruy López Ridaura, explicó en la conferencia vespertina sobre el avance de la pandemia que el 70% de los fallecidos tenía alguna comorbilidad, un 40% sufría al menos dos y un 15% padecía tres o más. 

 

En el recuento de Salud se establece que el 45% de los fallecidos padecía hipertensión, el 37% diabetes, el 21.9% obesidad, el 7.6% tabaquismo, el 6.7% insuficiencia renal crónica y el 5% problemas cardíacos.

 

Lo relevante aquí es cómo de extendida estaba la comorbilidad antes de la pandemia. Por eso, diabetes e hipertensión tienen tanta importancia, porque tienen mayor prevalencia entre los mexicanos que otras enfermedades que, a pesar de resultar más letales en combinación con la COVID-19, afectan a menos personas.

 

Según el análisis del CLIP, el 18% de los contagiados sufría hipertensión y el 14% diabetes, 320 mil y 250 mil personas, respectivamente. Por el contrario, el resto de enfermedades previas tiene un impacto mucho más bajo: un 2% los problemas renales crónicos, un 1% la EPOC, un 2% las enfermedades cardiovasculares y un 1% la inmunosupresión. Es decir, que comorbilidades con mayor letalidad como el daño renal afectaron a menos personas. 

 

“En México las comorbilidades pesaron mucho, sobre todo en personas de una edad de entre 40 y 60 años. La letalidad de la enfermedad en pacientes de más de 60 años es muy alta en todo el mundo, pero en México era mayor en estas edades intermedias. En esta medida se puede explicar por la gran cantidad de gente que tiene enfermedades crónicas no transmisibles”, dice Juan Rivera Dommarco, director general del Instituto Nacional de Salud Pública.

 

México inició la pandemia de COVID-19 en peores condiciones que otros países de la región para hacerle frente. Se encuentra a la cabeza de América Latina en obesidad y sobrepeso, con cerca de un 70% de la población, con elevadas tasas de hipertensión (alrededor de un 20%) y de diabetes (15%). 

 

La alta prevalencia se agrava con el poco control que se lleva de las enfermedades. Según Miguel Malo, doctor asesor de la OMS en materia de enfermedades crónicas, del total de enfermos de hipertensión o diabetes solo la mitad sabe que padece este mal. De los que están diagnosticados, solo la mitad recibe tratamiento. Y de quien se está medicando, solo la mitad tiene controlada la enfermedad. 

 

Los factores más letales

Ahora, más de un año después del inicio de la pandemia, el análisis de la base de datos abiertos de la Secretaría de Salud muestra cuáles son los factores con mayor letalidad. 

 

Hombre mayor de 60 años con inmunodeficiencia y problemas renales es la combinación más mortífera al contraer la COVID-19, con un 61% de letalidad.

 

Por detrás, hombre mayor de 60 años, obeso y con enfermedad renal crónica (58.7% de letalidad), hombre mayor de 60 años, con EPOC, que sigue fumando y que sufre del riñón (57.9% de letalidad), hombre mayor de sesenta años con EPOC y problemas renales crónicos (57.3%) y hombre mayor de 60 años, con diabetes y enfermedad renal crónica (57.3%). 

 

Estas combinaciones, sin embargo, afectan a un porcentaje muy pequeño de los pacientes de COVID-19. Por eso se habla más de la hipertensión, la obesidad y la diabetes como grandes desencadenantes de la mortalidad en México. “Existe una pandemia de enfermedades crónicas no transmisibles, especialmente de obesidad y sobrepeso, con tasas mucho más altas que en otros países”, asegura el doctor Miguel Malo.  

 

Malo señala que cuando comienza la pandemia no había certeza sobre cuáles eran los factores que pueden agravar la condición de los enfermos de coronavirus. “Se fue conociendo sobre la marcha, al principio no se sabía”, dice.

 

En México algunas de las primeras medidas de la alerta sanitaria fueron para tratar de proteger a la población vulnerable (adultos mayores, enfermos crónicos, mujeres embarazadas). En este punto la pregunta es obligada: ¿pudo el gobierno mexicano hacer algo más para proteger a la población con mayores riesgos?

 

A la hora de explicar por qué se registran estas elevadas cifras de mortalidad los expertos hablan de dos aspectos. Por un lado, el mal estado de salud de la población mexicana. Por otro, las condiciones económicas que obligaron a la población a salir a trabajar y no cumplir con las medidas de protección. 

 

Sobre el estado de salud, el doctor Miguel Malo argumenta que se trata de un problema heredado durante las últimas décadas. Y apunta a las causas: tabaquismo, uso nocivo del alcohol, mala alimentación y sedentarismo. Es decir, que poco podía hacerse en términos de salud pública para revertir una mala situación que se arrastraba desde hace años. De cara al futuro, el experto de la OMS sí pone en valor iniciativas legislativas como la del etiquetado de alimentos que advierte de cuáles tienen exceso de calorías, grasas o sodio. 

 

“México avanzó algo, pero todavía se puede hacer más. Sin embargo, hay poderosísimos intereses económicos y lobbys para evitar que las leyes pasen”, asegura Malo.

 

La pobreza también tiene un impacto importante en la mortalidad. Los más pobres fueron los más golpeados por la pandemia. “En general faltó mayor apoyo a la población vulnerable para mitigar los efectos económicos de la pandemia y permitir que esta población siguiera las recomendaciones de quedarse en casa. Qué bueno que existen las transferencias monetarias para los grupos más vulnerables, pero son insuficientes. Debió haberse tal vez ampliado el padrón y aumentado los montos”, dice Rivera Dommarco.

 

Al final, la recomendación de quedarse en casa fue un privilegio al que solo unos pocos pudieron acceder. En el sector privado se registraron múltiples denuncias por ser obligados a acudir a su puesto de trabajo a pesar de las recomendaciones sanitarias. Quienes trabajan en el sector informal no tenían otra opción que salir a trabajar. 

 

Apenas ha transcurrido un año desde que la pandemia llegó a México por lo que todavía hay muchos elementos que deben ser estudiados. En opinión de Malaquías López, profesor de Salud Pública en la UNAM, existen otros factores como la falta de capacitación en los hospitales y el desabasto de medicamentos. 

 

Las cifras muestran que existe una relación entre determinados factores previos y una mayor mortalidad. Como cambiar la salud de la población de la noche a la mañana es imposible habrá que ver qué ocurre en el futuro. El gobierno ha fiado su estrategia a limitar el acceso de los niños a la comida chatarra y las bebidas azucaradas. Sin embargo, hay datos que no nos permiten ser optimistas.

 

Por un lado, está el efecto de la reconversión hospitalaria en quienes ya padecen alguna enfermedad como diabetes o hipertensión. “Hay personas que interrumpieron tratamiento, o   que requerían cirugías o estudios diagnósticos que no se realizaron, hay que estudiar cómo puede repercutir esto en las muertes por enfermedades crónicas”, dice Rivera Dommarco. 

 

Por otro, la propia pandemia ha favorecido estilos de vida más sedentarios. Un reciente estudio indica que los mexicanos engordamos de media 8.5 kilos durante este año de confinamiento. 

 

Con servicios médicos más precarios y una salud debilitada es previsible que los factores que incrementan la mortalidad entre los enfermos de COVID-19 sigan aumentando. 

 

Con información de Animal Político.


 

Tags: enfermedades,, coronavirus,, complicaciones,

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