Una ruptura amorosa puede ser lo más sano

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Las parejas nacen, crecen, a veces se reproducen y, en más ocasiones de las deseadas, mueren.

Romper es algo cotidiano y no debería considerarse necesariamente un fracaso. La vida –sexual y sentimental– continúa. Toda pareja tiene conflictos. Su habilidad para afrontarlos marcarán la calidad de esa relación, aunque eso implique ponerle fin.

 

Una pareja feliz no es aquella que no presenta problemas. Es, entre otras cosas, la que tiene habilidades para afrontarlos. Eludir el conflicto, disimularlo, mirar para otro lado o posponerlo, en la confianza de que se resolverá solo, ni lo arregla ni ayuda a dejarlo atrás. Las parejas, como la vida, están llenas de conflictos y, por tanto, han de saber asumirlos. Es la única estrategia.

 

La ruptura, en ocasiones, puede ser una solución. Desde el momento en que la pareja se asume como tal, parece que ya no existe otra cosa. Ahora todo tiene que ser compartido: las comidas, las tareas domésticas, los ratos de ocio, las amistades… y, por supuesto, el sexo.

 

Una perfecta conjunción que se vive como un logro. Suena bien: siempre juntos y todo en conjunto. Pero, tal vez, no es tan buena idea si el precio es que se disuelva lo individual. En efecto, si la relación no deja espacio para que cada cual siga cultivando su propio espacio de intimidad, si hay que abandonar todo aquello que resultaba satisfactorio antes de tener pareja, el desenlace puede ser fatal.

 

Camino de aprendizaje

Por mucho que alguien se empeñe o aunque pudiera parecer lo contrario, en la pareja siempre habrá dos personas. Dos. Es decir: uno más uno. No es relevante si son homosexuales o heterosexuales. La fusión no es posible nada más que en sentido metafórico. ¿Es esto pesimista? Ni mucho menos, todo lo contrario. Nada más optimista que apostar por una doble felicidad y una doble evolución, como pareja y como personas.

 

Tras una ruptura, cuesta volver a empezar, sobre todo, cuando se vive como un fracaso personal. Cuesta, entre otras cosas, reorganizar las tareas, el ocio y la cesta de la compra. Pero, más aún, cuesta recuperar las amistades y el sexo. Todo esto con matices en cada caso, pues no es exactamente igual cuando uno o una siente que es quien abandona o es abandonado.

 

No obstante, es evidente que en ambas situaciones se puede necesitar ayuda y se debe aprender a pedirla. Todavía son pocas las veces que, en la educación sexual recibida, ya sea desde la escuela o desde la familia, se incluyó el aprender a relacionarse en pareja. No nos hablaron de cómo tener vínculos igualitarios basadas en el respeto mutuo y en la ética del placer compartido.

 

Por eso, no es una sorpresa que sean aún menos las veces que se enseña sobre el desamor o las rupturas, inevitables a lo largo de las experiencias vitales de la mayoría de las personas. Por eso, estaría muy bien disponer de habilidades personales para saber afrontar dichas situaciones. Si hasta ahora no se había prestado atención a todo esto, ya no hay excusas: hay tarea.

 

Con información de Muy Interesante.


 

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